jueves, 27 de octubre de 2011
Que joda che
domingo, 23 de octubre de 2011
Chorreando un verso

Me faltó el amor como antaño
las vidas ya se fueron
quedaron ajenas del anverso
como decir puedo, pero…
¿quiero?
Quererte me es ajeno
distancias varias
momentos en exceso
la piel, la miel que vuelve
chorreando un verso
perverso, tieso
accesorios siempre dispuestos.
Me faltó el amor como tantas veces
crucé esta ruta
acero-piedra-cemento
elegí a soledad
por el momento
me lleva austero, sin condenas
arrabalera
mística
las veces melancólica.
Voy por cierto midiendo
cada paso, sin pasos las huellas
borrosas ya exasperan
carcomen y comen
lo que es y ya no
lo que estaba y desapareció
aquello que amamos y perdura
en el reverso
de esta página filosa, misteriosa
tan irresolutamente desértica.
Me falto el amor
aunque solo el amor pueda sostener
me falta el amor
aunque todo lo que necesites sea amor
¿me faltará amor cuando ya seamos tan etéreos
y las palabras
sobren en la mesa?
Extraño tu boca justo ahí
La extraño como
si estuviera acá
pero justo ahí
donde solía encontrarla
crispando mis sentidos.
Tan así dispersa, distraída
estimulando
como un suave deslizarse
por la arteria principal.
Que más pedir, que más desear
si todos veían y nadie quería observar
como no sangrar
ante esta distancia congelante?
La extraño
desde que dejamos
un tiento al pasar, tan escurridiza,
sin profilaxis,
única, visceral
Tu boca justo ahí, acá, allá
en cualquier lugar la recuerdo
y me voy sin buscarla
me voy, tu boca
ahh!!!
lunes, 17 de octubre de 2011
Isate

Dicen las lenguas (malas o buenas) que una noche justo para el día de su cumpleaños al Isaac sus amigos le hicieron un festejo en la propia casa. Le compraron alcohol a morir, sí, mucho, demasiado, como pa quedar tirado en un zanjón y cuando el alcohol se hubo terminado, al susodicho ya casi dormido, estupefacto, lo golpearon sus propios amigos, sí, lo mearon, lo engarrotaron, lo amordazaron, lo empelotaron, sí, lo deshidrataron, lo esquilaron, y después lo quemaron vivo, en el jardín de su propia casa, en el fondo donde la rosa afloraba, lo enterraron, jadeando, en su último aliento, ya sin fuerzas pa gritar, allí mismo quedó por decenios jubilado de por vida, mirando desde abajo las flores, los cardos y sus amigos esa noche festejaron, brindaron con la última cajita de blanco descartable.
Y así dicen las malas lenguas, “con los amigos no se juega ni jadeando”.
