lunes, 25 de julio de 2011

¿Recuerdos?¿Nada mas?

Con un titulo mas adecuado para una poesia, cuento o lo que sea, de mi hermano, comienzo este relato con tintes amarillistas, por momentos.
¿Que fue de la tuquera aquella, en la que una mano levantaba su dedo medio en señal de desprecio a anda saber que, que mi padre dejo caer alegremente desde la ventana del 4to. piso del hotel Waikiky, en el mismo centro de la ciudad de Cipolletti, frente a la plaza, para ser mas exactos? ¿Quedaran restos de aquellas neuronas que cayeron junto a la tuquera como para recordar acaso detalles de aquella jornada?
A mi alguna me queda, recuerdo a dos muchachos tirados en el suelo de la habitacion agarrandose la panza de la risa, a un hombre mas grande que los muchachos riendo de la misma manera en la cama, y al recepcionista del hotel llamando por telefono para remitir la queja de un cliente alojado en una habitacion conjunta.
Mientras esto se cocinaba de esta manera, Eduvina, la empleada domestica, habia hecho un hueco en su dia de descanso para cocinar tortas fritas para la llegada del padre de los muchachos, que habia telefoneado desde el hotel Waikiky para pedirle a los mismos que lo fueran a buscar.
Bajar del hotel despues del llamado del recepcionista no fue dificil, pasar por recepcion, a mi, deduzco, no lo recuerdo claramente, me debe haber causado una terrible verguenza, todavia no conocia las maravillas que puede hacer el alcohol con la verguenza de la gente, lo dificil fue el camino que decidimos emprender a pie, aproximadamente 20 cuadras.
Mi hermano se veia totalmente ridiculo con su pelada de campo de concentracion, producto de tener que pasar un año aprendiendo lo mas importante que un hombre debe aprender, usar un arma y robarle cosas a los compañeros del batallon. Como decia, lo primero que debiamos hacer al salir del hotel para llegar a nuestra casa, y por ende a las tortas fritas, era doblar a la izquierda, y alejarnos de la plaza, lo que hicimos fue cruzar casi en diagonal la plaza y sentarnos en un bar que estaba abajo del cine, que despues se convirtio en iglesia emanquelista, Martin y yo, a mirar a nuestro padre bajarse un wiskhy con hielo, mi padre a lo ultimo descripto. A continuacion del wiskhy continuo el dificil trabajo de llegar a casa a comer tortas fritas, dificultado, por cierto, por la aparicion de bares a los que mi padre no podia dejar de entrar, a probar, por supuesto, el wiskhy con hielo que servian alli. Creo que jamas habia pensado en la cantidad de bares que hay en la avenida Esmeralda, pero al llegar a casa, Eduvina estaba llendose, se despidio de nosotros con una gran sonrisa, subimos y las tortas fritas no estaban recien hechas, igual dimos cuenta de ellas ante la cara enojada, un poco, siempre que venia el viejo se ablandaba, de la vieja, la cara enojada de la abuela Lola, y el alegre pedo del viejo.

1 comentario:

  1. Que manera de viajar a ese momento, te falto la parte que pegabamos la oreja a la pared para escuchar lo que acontecia en la habitacion de al lado. Uff que recuerdos Hermano...

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