
Recuerdos de un viaje ajeno
Sábado
La agónica tristeza de la soledad parece ahora dibujarse de antemano. Tu vos llego tan clara y firme después de no escucharla por semanas, como si supieras y me esperaras hace tiempo. Las condiciones del clima y la falta de vento (dinero) hicieron imposible mi partida antes de tiempo. Tal ves pensando en encontrarte pospuse el viaje, mitigando mi dolor entre alguna que otra amante ocasional, circunstancial, desviando así mi intrínseco laberinto de sentimientos.
Los días se fueron acortando, los recuerdos esfumándose progresivamente como la niebla que ayer cubría en parte la ciudad.
Jueves
Antes o después del crepúsculo, las sensaciones se fueron compaginando, fueron dando forma a la eventual disputa entre lo que fue y no es, entre eso que definitivamente no se puede describir con palabras.
Mas allá se creo un flujo entre las palabras que se dijeron en el presente y que tarde llegaron a sus oídos, catapultando este día entre un antes y un después “Lo que vendrá”.
Que vendrá? Me preguntaba en aquellos días tan a mil, casi inalcanzables hoy, tan dispersos y perdidos como el otoño que da paso a un nuevo invierno cada ves mas gélido. ¿Será el calentamiento global que no disipa tan fácilmente las constantes incógnitas que me dispara ese viaje?
Lunes o anda a saber...
Si, lo se sobre manera, aquella visita había tenido el infortunio de la verdad.
Antes de emprender aquel viaje tome la decisión de sacarme esas falsas expectativas que me había formado en torno a ella. Lo se también, nada es definitivo, un no como respuesta tiene un si intrínsecamente ligado, una necesidad de echo, de estar tan contagiado, tan deliberado al azar, a sentir tan libremente en cualquier esquina la presencia de ese amor inalcanzable.
Lunes again
Una puñalada certera en el corazón puede ser menos mortal que el aguijón que se clava con el desamor, o desaparece el amor sin dejar rastros.
El tango es una música por excelencia que da cuenta del desamor; “a mi me gusta el tango” me dijo una ves Rachel, ella era tan suave, su piel aterciopelada, sus manos firmes con un anillo en cada una de ellas que no se sacaba ni para hacer el amor; y una vos tan dulce, profunda, que sonaba como la vos de una locutora radial.

